Monday, 11 July 2016

El Señor Lobo: "Soluciono Problemas"

Es verdad que el placer que se obtiene leyendo un libro es algo único. Poder leer una página y pararte a reconstruir en tu imaginación cada elemento de la escena que el escritor pinta con artesanía en tu cabeza es maravilloso. Te permite saborear el gusto de ese vino y descubrir los aromas de la sala, o los sutiles detalles del entorno de forma controlada. La lectura es como un cortejo donde el autor va utilizando las palabras con significados escondidos a primera vista para engañarte en el pacto que haces con él desde el momento que lees las primeras líneas.

Figura 1: El Señor Lobo. Soluciono problemas.

Está pidiéndote con cada nueva frase que no abandones la lectura, que sigas despacito ahora, luego un poco más rápido, acompañándole en ese descenso por las escaleras de Salem´s Lot para llegar a ese sótano poco iluminado con olor a humedad. Ven. Y tú vas, poco a poco, cuando ya estás preparado. Sigues leyendo un poco más y aceptas su propuesta. Fíjate como la luz de la farola de la calle se cuela como un cuchillo a través del ventanal para reflejarse en ese hacha que se ha quedado encima de algo que parece un cajón… ¿Es eso sangre? ¿He sido el único que ha tenido que cerrar un libro en mitad de la noche porque el miedo me podía?

En el séptimo arte no es así. El director no te deja tomarte tu tiempo. Es una violación de tus emociones estés listo o no. Es un acto de brutalidad contra tus sentidos que debes aguantar con la mejor de las enterezas. No puedes parar una escena o ralentizarla para ver los detalles en la sala de cine. Debes subirte a la montaña rusa y apretar los dientes. No puedes quedarte a vivir en ese instante en el que la montaña rusa llega arriba, y ni antes, ni después. Lo siento, deberías haberte leído el libro.

Por mi parte, yo siempre he sido más de la pausa lectura de libros. He preferido jugar a descubrir las trampas que hacen los autores, tomándome mi tiempo para descifrar el misterio de La tabla de Flandes o El Club Dumas sin que el autor me lo contara. No descubrir el misterio de un libro que tiene un secreto es algo que me tiene alerta palabra a palabra, frase a frase. ¿Dónde está la pista? ¿Dónde está el camino que estás siguiendo para llevarme hasta el final sin que yo sea capaz de verlo? ¿Será esa página con numeración impar? Prestar atención al milímetro, apretar los ojos contra la tinta de las letras para que no se escape un elemento del misterio sin mi control. Es como ser un guardia de frontera al que un contrabandista le quiere meter de estraperlo un mensaje. Y no estoy dispuesto a jugar el rol de lector efímero y pragmático que se deja engañar fácilmente con tal de llegar antes a saber. Yo prefiero descubrir.

Debido a eso, estar frente a una película o serie de televisión me suele poner muy nervioso. Tengo que estar más rápido de reflejos. No tengo que dejar que se me escapen los detalles. Pero sé que se me van a escapar. Películas como Memento, Reservoir Dogs y Pulp Fiction o series como Breaking Bad, Los Soprano o The Shield me han tenido luchando contra la inevitable derrota que iba a sufrir al verlas por primera vez. Nunca iba a ser capaz de descifrar todos los detalles con suficiente anticipación como para saber qué iba a pasar en el siguiente golpe de claqueta. La predominante posición que tienen los directores de películas o series les permite abusar. Estás perdido, te van a "violar" y tú solo puedes decidir al final si te ha gustado o no. Si te parece bien que el avión se estrelle en Breaking Bad por los motivos que se estrella o si la trama de Pulp Fiction debe terminar en la habitación del sadomasoquismo. Os juro que estaba saltando en mi asiento, literalmente saltando, en el último capítulo de Los Soprano.

Y cómo no, supongo que muchos de vosotros recordaréis la eclosión de violencia y espontaneidad jamás vista hasta ese momento que trajo Reservoir Dogs. Con la impronta del gran cineasta que conquistaría el mundo con Pulp Fiction, la película – de bajo presupuesto - incomoda al espectador con una serie de personajes y situaciones que hacen que el metraje se grabe en tu memoria a corto, medio y largo plazo. Yo la tengo ahí metida y a veces me sorprendo con una sonrisilla maléfica recordando alguna anécdota del film.

Lo que sucede después de todo, es que las obras en las que el director se explaya con el proceso de violación de los sentidos, acaban siendo las que más gustan al público. Y así, en Los Soprano o en Reservoir Dogs puedes acabar satisfecho de ese proceso de avasallamiento sensorial al que te ves sometido. Y recuerdas momentos, frases, situaciones, hechos que te han impactado en los sentidos. De Los Soprano recuerdo muchas escenas, algunas con maldad, como cuando Tony Soprano habla con su jefe Jhonny "Sack" Sacrimoni sobre repartir el poder: “¿Qué es esto?¿La puta ONU?”.

Figura 2: What's this suff fucking UN now? Minuto 1:55

De Reservoir Dogs me acuerdo de muchas escenas, entre otras, como no, la repartición de colores. “Yo no quiero ser el señor Rosa. ¿Por qué tengo que ser el señor rosa?” Esa escena es más graciosa aún si tienes en cuenta que en el idioma original el color rosa tiene otro significado mucho más obsceno de lo que es capaz de transmitir el doblaje, donde simplemente queda cursi sin reflejar la humillación de ser Mr. Pink. “No os dejo elegir los colores porque si no todos querréis ser el puto señor negro”. Brutal. Como la vida misma. ¿Habéis estado alguna vez en alguna reunión en la que se han intentado repartir tareas en un empresa y no se hayan puesto de acuerdo porque todos querían ser el Señor Negro? El más duro. El más chulo. Por eso los colores viene repartidos desde arriba. Period. “¿Qué es esto?¿Un asqueroso pleno de ayuntamiento?”


Figura 3: La repartición de colores en Reservoir Dogs

Pero sin duda, si hay un personaje mítico es el Señor Lobo “Arreglo problemas” en Pulp Fiction. Ese personaje es único. “Estoy a treinta minutos de allí, llegaré en 10”. Es a quién debes asignar una tarea cuando quieres que se haga. Es a él a quién hay que darle una misión que no sabes cómo hay que hacerla, no sabes ni si se puede hacer o no, no sabes tan siquiera lo que puede implicar eso. Pero le llamas. Llamas al Señor Lobo.

Figura 4: El señor Lobo


En el mundo de la empresa, los que habitualmente quieren perdurar no suelen seguir ese patrón. Es más habitual encontrarse con gente que acepta sus colores en la repartición con mayor o menor grado de frustración o felicidad. Pero no les puedes poner las tareas del Señor Lobo. El Señor Lobo resuelve problemas. No sabes cómo, pero los va a resolver. Ya dará con la clave. Analizará la situación, no llorará por lo que pudo haber sido y tomará las decisiones que sean necesarias para conseguir que la misión sea un éxito. Si hay que prescindir o sacrificar algo por completar el cometido al que se ha comprometido, lo hará. Me encanta ese personaje. Incluso en contra de las opiniones de su jefe si es necesario. Si es lo mejor, es lo mejor.

De hecho, recuerdo una anécdota que se cuenta en el libro de Microhistorias que siempre me impactó. Es la historia de cuándo Steve Jobs se negaba a trabajar con Sony y pidió a su equipo que hicieran una disquetera de 3 ½ para su Macintosh en unos plazos imposibles sin trabajar con Sony. Los miembros del equipo trabajaron en ello, pero por si las moscas, también trabajaron con Sony sin decírselo a Steve Jobs, llegando a meter a un ingeniero japonés de Sony en un armario para ocultárselo a Steve Jobs. Al final, cuando el fracaso de la disquetera se hizo claro, Steve Jobs agradeció que le hubieran desobedecido para conseguir que las cosas salieran bien. Un acto digno del Señor Lobo.

En el mundo de la empresa yo, que me he educado con Dilbert, tiendo a intentar evitar en mi forma de actuar cualquier acción que me lleve a trabajar con lo contrario del Señor Lobo y caer en una de las delirantes situaciones que se plasman en Dilbert. Entre ellas, intentar no alcanzar mi punto de máxima inutilidad dentro de una empresa haciendo cosas que no sé o estar “a un paso de distancia de la solución” organizando un comité que tendrá como cometido seleccionar las personas que deberán formar un comité para dar con la solución. Han sido bastantes las empresas en las que he estado trabajando de una forma u otra a lo largo de mi carrera profesional en las que he visto como caían en el problema de estar “a un paso de distancia de la solución”. Cosas he vivido.

Figura 5: ¿Por qué parece que las decisiones en mi trabajo son tomadas por lémures borrachos?
Las decisiones las toma gente que tiene tiempo, no gente que tiene talento.
¿Por qué la gente con talento está tan ocupada?
Están arreglando los problemas hechos por la gente con tiempo.

Alejado ya de la hipérbola exagerada que he utilizado en este texto para haceros la trampa del escritor y llevaros engañados con las palabras hasta este punto de la narrativa en la que estás ahora, en mi entorno profesional me gusta trabajar con Señores y Señoras Lobo. No, ni mucho menos quiero gente peligrosa, dañina con sus compañeros o que prenda fuego a camisas ensangrentadas. Nada más alejado de mis deseos. Lo que quiero es gente que resuelva los problemas que le surgen en la ejecución de su cometido sin que regresen a cada paso para preguntar cómo deben resolverlo. No ayudan demasiado y al final es más sencillo quitarlos del medio y hacerlo tú mismo o buscar a alguien que sepa cómo resolver los problemas que surjan.

Pero sin duda, los peores no son aquellos que – quién sabrá por qué motivo – no son capaces de resolver los cometidos, sino los que no lo hacen, pero se trabajan las pruebas necesarias para soportar un análisis forense de las acciones realizas ante cualquier pregunta del tipo “¿Por qué no está acabada tu tarea?”. Son aquellos que no hacen el cometido pero consiguen tener un correo electrónico en el que dicen algo como “Me quedo a la espera de que me des esta información para continuar con la tarea que me han encomendado”, o tiene una repuesta guardad del tipo “Estoy esperando los datos que solicité al área de control y todavía no me han llegado porque tenían que consultar si me los podían dar… hace dos semanas de esto” o “los recursos están asignados a otras áreas y tuve que parar esto”.

Será por venir de una empresa muy pequeña donde la carencia persistente y la necesidad atemporal siempre me han agudizado el ingenio, pero asumo que cuando se afronta una tarea siempre habrá un puente que cruzar o un río que vadear. El camino fácil hacia el éxito es como una autopista en hora punta, siempre está llena de coches que avanzan despacio, así que cuando hay que llegar a un objetivo y no se cuenta con un helicóptero que te permita saltarte el tránsito de la hora punta, te tocará buscar soluciones ingeniosas para llegar al destino. El Señor Lobo haría eso.

No es que trabaje mucho, no es que sea muy rápido, es que hace lo que tiene que hacer en cada situación para resolver el problema al que se enfrenta. Sea cuál sea el problema. Sea cuál sea la barrera. "Hombre sin cabeza". A veces no se trata más que de simplificar el proceso. He visto a mucha gente enfrascada en un problema solo porque el proceso que han elegido suponía trabajar con una determinada tecnología, con una determinada herramienta o de una determinada forma. A veces una simplificación del proceso te ayudará a saltar un problema que te has impuesto tú mismo.

Tal vez creas que debes hacerte con la contraseña para acceder al sistema, y sin embargo puedes acceder a la base de datos por un ataque de Network Packet Manipulation. Tal vez te empecines en romper una pared y lo más fácil es buscar la puerta y entrar. O llamar. No asumas que nada de lo que hay entre el punto de origen y el punto del destino está pre-fijado, resuelve todos los problemas que te surjan uno después de otro. Salta las barreas imaginarias que te hayas autoimpuesto y completa tu cometido. Sé cómo el Señor Lobo. Resuelve Problemas.

Saludos Malignos!

PD: Estoy convencido de que este post lo podría haber resuelto en un par de párrafos, pero espero haber hecho que disfrutes su lectura al igual que yo he disfrutado escribiéndolo durante mis horas de viaje.

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